El día que Salah dejó a Liverpool
En apenas siete minutos, Mo Salah logró derrumbar gran parte del legado que construyó durante años y escogió el peor momento para hacerlo.
Alexander Isak es el nuevo número 9 de Liverpool, en medio de la gran polémica desatada por su transferencia desde Newcastle United y el papel del periodismo deportivo y las redes sociales.
Alexander Isak es por fin un jugador del Liverpool, ha firmado un contrato de 6 años y el club ha pagado una cifra récord en el fútbol inglés para librarlo de las garras del PIF y Newcastle. No es la primera vez que un jugador deja un club para irse a otro dentro de la misma liga, ni la primera vez que esto sucede cuando aún le quedan más de dos años de contrato, ni la primera vez que un club que se ha coronado campeón le quita a otro su mejor jugador, un club que además solo ha ganado una copa en los últimos 70 años. Sin embargo, la reacción colectiva en redes sociales, no solo de los fans del NUFC sino también de otros periodistas deportivos, pareciera describirlo como un hecho insólito, con una precedencia que supuestamente tiene el potencial de destruir la liga más competitiva del mundo del futbol.
El 29 de junio del año en curso, Sky Sports reveló que Newcastle United había hecho una oferta de £50 millones a Brighton por Joao Pedro, la cual fue rechazada por el equipo del sur de Inglaterra, que a su vez terminó aceptando en su lugar una oferta de Chelsea por £60 millones. Esta no fue la única vez que el equipo de Tyneside perdió una transferencia contra Chelsea, pues el equipo londinense también consiguió la firma del delantero inglés Liam Delap, pagando £30 millones por su cláusula de rescisión en Ipswich, por quien NUFC había ofrecido la misma cantidad.
Para el 15 de julio, Liverpool se había acercado a Newcastle para preguntar por Alexander Isak. Se reportó entonces que NUFC respondió que el delantero sueco no estaba en venta, y Liverpool comenzó a hacer gestiones por el francés Hugo Ekitiké.
¿Y todo esto qué tiene que ver? Todo esto es importante porque, para agosto, Newcastle decía estar en búsqueda del reemplazo de Callum Wilson, el otro delantero central que vendieron al West Ham. Wilson tuvo solo 22 apariciones la temporada pasada, 18 de ellas en la Premier League, acumulando 357 minutos jugados en dicho torneo. ¿De verdad planeaban reemplazarlo con alguno de estos dos jugadores?
El 19 de julio, una vez más, Sky Sports reportó que Eddie Howe, entrenador de Newcastle, fue quien decidió enviar a Alexander Isak de vuelta a Tyneside cuando el equipo comenzaba su pretemporada y debía enfrentar al Celtic en un amistoso. El reporte señalaba que tanto Liverpool como Arsenal habían mostrado interés en el delantero sueco, aunque Howe confiaba en que seguiría en los Magpies. Newcastle, que lo valoraba en más de £150 millones, insistía en que Isak no estaba a la venta.
La próxima vez que escuches a alguien quejarse de que Isak abandonó a Newcastle en la pretemporada, recuérdales que fue el propio Howe quien decidió mandarlo a casa.
Hugo Ekitiké fue anunciado oficialmente como jugador del Liverpool el 23 de julio, convirtiéndose en el tercer delantero en rechazar al Newcastle United este verano, una de las supuestas opciones para reemplazar a Callum Wilson. A este rechazo se sumaría el del esloveno Benjamin Sesko, quien sorpresivamente prefirió irse al Manchester United.
Mientras todo esto ocurría, Isak seguía entrenando solo: primero en España, en las instalaciones de su antiguo club Real Sociedad, y luego en las del propio Newcastle, aunque aislado del resto del equipo. Esta decisión también fue tomada por el club, que además resolvió excluirlo de la clásica parrillada familiar de inicio de temporada, aislándolo por completo del resto del equipo y, al mismo tiempo, culpándolo públicamente de ese mismo aislamiento.
El 16 de agosto, Newcastle viajó a Birmingham para enfrentar al Aston Villa en la primera fecha de la temporada 2025/26, ya sin el sueco en su plantilla pues este se había declarado oficialmente en huelga. Sin embargo, el club mantenía su mensaje a través de editoriales en distintos periódicos: "Alexander Isak no está en venta. Estamos convencidos de que el delantero, nacido en Estocolmo, continuará formando parte de este club. Solo buscamos reemplazar a Callum Wilson".
Finalmente, el 30 de agosto, Newcastle completó la transferencia del delantero alemán Nick Woltemade, y el tono de sus medios de comunicación cambió por completo, dejando entrever que Isak podría salir del club si llegaba una buena oferta. Y esa oferta, además, no necesariamente tenía que alcanzar los £150 millones.
Tras el cierre del mercado de transferencias, Craig Hope, periodista que cubre al Newcastle United para el Daily Mail, escribió en su columna que Isak no mentía: los directivos del club sabían perfectamente que el delantero pensaba marcharse. Por eso intentaron desesperadamente atraer a Joao Pedro, Liam Delap y Benjamin Sesko. En lugar de comunicar a sus aficionados que estaban dispuestos a dejarlo ir, prefirieron sostener una línea de negación, mientras permitían que la prensa, los críticos e incluso los propios fans arrastraran el nombre de su jugador más valioso. Un puñado de aficionados llegó incluso a entonar cánticos racistas insinuando que Isak había llegado en un barco.
El rol de los medios de comunicación en este caso no ha sido menor, y lo más llamativo es la hipocresía con la que se ha tratado el tema. Basta leer titulares y columnas para entender el tono: que Isak “le cerró la puerta en la cara a Howe y le prendió fuego al edificio”, que está en pleno “capricho de verano” o que no es más que “un avaricioso” que busca romper un contrato de seis años. Sin embargo, esos mismos medios callan cuando otros jugadores hacen exactamente lo mismo. Yoane Wissa, por ejemplo, presionaba en Brentford para forzar su salida hacia Newcastle, y Anthony Gordon hizo lo propio hace apenas unos años para abandonar al Everton y unirse precisamente a los Magpies. Lo que en Isak se presenta como un acto de traición y capricho, en otros se normaliza como parte del mercado.
Y es que así es: es parte del mercado. Los jugadores siempre cambiarán de equipo, ya sea por comodidad, por dinero o por la ambición de ganar trofeos. Cuando sigues a un equipo “pequeño” te acostumbras a que los peces grandes lleguen cada verano a despojarte de tus mejores jugadores. Duele, claro, pero así funciona esto, y jamás se observa un movimiento mediático de este calibre para desprestigiar a un jugador que, en el caso de Newcastle, te dio el único trofeo en 70 años.
Por su parte, los fanáticos del Newcastle y de equipos rivales del Liverpool atacaban al delantero sueco en línea. Algunos lo hacían desde cuentas de YouTube con cientos o miles de suscriptores, llegando incluso a incitar a la violencia: fantaseaban con convertir el encuentro entre Newcastle United y Liverpool en el St. James’ Park en un cuadrilátero de lucha libre, e imaginaban a Joelinton rompiendo las piernas de Mo Salah y compañía.
También hay silencio total cuando es el club quien te quiere fuera. De repente, ese contrato que para muchos, cuando es el jugador quien busca salir, “es sagrado y debe cumplirse”, deja de tener valor alguno. En ese momento nadie habla de lealtad, de profesionalismo o de respeto a la institución. Se justifica que el jugador sea apartado, que entrene con la sub-21, que se le busque salida en el último día de mercado o que simplemente se le margine hasta que acepte la oferta que más convenga a la directiva. Ve el caso del Manchester United y la lista de futbolistas a quienes ha ido dejando varados en los últimos años: contratos vigentes, promesas de protagonismo incumplidas y carreras frenadas por decisiones puramente administrativas.
Y no es el único ejemplo. Pasa en todos los niveles: clubes que celebran su “autoridad” cuando presionan a un jugador para que se marche, pero que exigen fidelidad absoluta cuando la situación se invierte. La narrativa mediática cambia con facilidad: si el jugador pide salir, es un traidor; si es el club quien lo fuerza, es “parte del negocio”. Esa doble moral es la que alimenta la hipocresía de la industria.
Finalmente, a la medianoche del 1 de septiembre, y con pocas horas restantes antes del cierre de la ventana de transferencias, Liverpool concretó la llegada de Alexander Isak por £125 millones (total £130 millones*), convirtiéndose en el primer jugador sueco en vestir la camiseta de los rojos del Merseyside en el primer equipo desde que Glenn Hysén lo hiciera entre 1989 y 1992.
*Los otros £5 millones provinieron del bono de lealtad que Isak sacrificó para facilitar su salida del club. A tal grado llegó su desesperación.
Ese mismo día, Newcastle completó también el fichaje de Yoane Wissa, un jugador valentonado que no hizo nada malo, a diferencia de otros. (Nótese el sarcasmo).
Algunos compañeros de Alexander no dudaron en escribir mensajes de despedida para el sueco en sus redes sociales, recordándonos a todos que, aunque a veces quisiéramos verlos como enemigos, en realidad todos comprenden la ambición, la sed de ganar trofeos y el deseo de figurar en los mejores equipos. Mientras para algunos jugadores basta con el prospecto de convertirse en leyendas aun con las vitrinas vacías, otros simplemente quieren más.
Bienvenido al equipo más grande de Inglaterra, Alexander Isak
En apenas siete minutos, Mo Salah logró derrumbar gran parte del legado que construyó durante años y escogió el peor momento para hacerlo.
Analizando la temporada de Liverpool después de los primeros once encuentros de liga y lo que podemos esperar en las próximas semanas después de la pausa internacional.
Mohamed Salah continúa escribiendo su nombre con letras doradas en la historia del Liverpool y de la Premier League. El egipcio, símbolo de constancia, talento y determinación, no solo sigue siendo el motor ofensivo del equipo, sino que también continúa rompiendo récords que parecían inalcanzables. Su más reciente logro lo consolida aún más como una leyenda viva del club y de la liga inglesa, reafirmando que su impacto va mucho más allá de los goles: representa una era dorada para los Reds.
Mjällby AIF está más cerca que nunca de conquistar un histórico título en la Allsvenskan de Suecia, convirtiendo en realidad lo que parecía imposible, tal como lo expresa su propio eslogan.